lunes, 15 de septiembre de 2008


Representación de Moloch.
Los dioses adorados por los fenicios varían de una ciudad a otra. Así el panteón de Sidón difiere del de Tiro o el de Chipre. Aún así, algunas divinidades están presentes de una forma u otra en la mayoría de las ciudades significativas. Estos panteones no eran estables y estaban formados por una triada de dioses: una divinidad masculina protectora de la ciudad; su esposa, garante de la fertilidad en un sentido amplio, tanto familiar como económico; y el hijo de ambos, símbolo de la naturaleza que moría y resucitaba cada año.
Se les adoraba en templos no monumentales que se dividían en tres partes: un pórtico, un vestíbulo que solía contener alguna fuente, y un santuario de limitado acceso en el que se hallaba ubicada la imagen de la divinidad. Solía ofrecerse a ésta diversas estatuillas votivas elaboradas con distintos materia les. También se les rendía culto al aire libre, en lugares altos, cerca de ríos o en bosques, presididos por altares simbólicos y betilos. En ellos podían realizarse toda clase de ofrendas, desde frutos hasta animales, siempre en relación directa con la pena a expiar o el bien a conseguir. Y en ocasiones se llevaban a cabo sacrificios humanos aunque esta práctica no se ha demostrado en Fenicia es algo común en los pueblos cananeos, tenían lugar en recintos al aire libre, conocidos como tofet, a extramuros de sus ciudades, mayoritariamente se realizaban al dios Moloch. El mayor y más conocido el de Salambó, en Cartago, y que con cinco siglos de existencia habría proporcionado unas veinte mil urnas con restos humanos y animales. En los primeros se tenía preferencia por los niños a los que se les estrangulaba o se les degollaba para posteriormente quemarlos cuyos restos se depositarían en una urna. Se han buscado distintos argumentos para explicar este ritual: unos lo atribuyen a un sacrificio de sustitución en lugar del rey, o para asegurar las cosechas; otros lo creen como oferta de los frutos primeros o un método de control demográfico. Lo que si parece probado es que aumentaban en caso de peligro para la ciudad.
Sus necrópolis se hallaban también en las afueras. Consistían en tumbas rupestres o en pozos verticales, en donde enterraban a sus parientes en sarcófagos con formas humanas, a imitación de los egipcios. Los más ricos eran de mármol o piedra; otros se facturaban en madera y terracota. No obstante, algunas veces, sin que se haya podido establecer la razón , practicaban también la incineración. En uno y otro caso se acompañaba al difunto con vistosos ajuares, consistentes en objetos de cerámica y joyas, pero nunca armas.
Antes de acordar algún negocio o emprender cualquier singladura, los fenicios en ocasiones practicaban la hierogamia, la unión con el dios, que consistía en prostituirse en un templo con fines religiosos destinados a la fertilidad. También dedicaban diversas ofrendas a sus dioses, implorando su ayuda y escrutando en las estrellas o en las vísceras de los animales sacrificados el destino de su empresa. No es pues, de extrañar que , además de instalar formas de caballos como amuleto protector en sus proas, las naves fenicias portaran una enseña consistente en una media luna, símbolo de Astarté. La razón residía en procurarse la protección divina antes de enfrentarse a los peligrosos mares.
Estas divinidades son principalmente Astarté, Baal, Dagón, Resef y Melqart.

Astarté
Principal diosa de Sidón y con presencia en las otras ciudades fenicias. Astarté es la diosa de la fecundidad, aunque sus características y dependiendo de las ciudades son diferentes. También es adorada como diosa guerrera, de la caza o incluso como patrona de los navegantes.
Suele representarse posada sobre un león y sosteniendo una flor de loto y una serpiente. En otras representaciones se acentúa su carácter como diosa de la fecundidad y aparece tocándose los senos o dando de mamar a dos niños. Se asimiló en otras culturas con nombres diferentes como por ejemplo la Afrodita de los griegos, la Venus romana o la Isis egipcia.
Contaba con abundantes santuarios en Sidón y Tiro. Está documentado un santuarios dedicado a Astarté en El Carambolo, (Sevilla), fechado en el siglo VIII a. C.
Astarté es la reina del cielo a quien los cananeos quemaban incienso en la Biblia.
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Eshmún
Adorado en Sidón y en Chipre. Se le asimila a Apolo y a Esculapio como dios sanador. Contaba con un gran santuario a las afueras de Sidón en un lugar donde brotaba una fuente. En los rituales de adoración a Eshmún se realizaban abluciones y danzas. También se conoce que existieron unos juegos en su honor y que el vencedor ganaba una tela púrpura.

Baal

Baal de Ugarit, Louvre.
Principal dios del panteón fenicio, cuyo nombre significa amo o señor. Solía manifestarse en tres formas: Baal Shamin (Señor de los cielos), Baal Sapon (Señor de las tormentas) y Baal Malage (Señor de la pesca). Su animal de culto era el toro. Según la Biblia, en su nombre se llevaban a cabo sacrificios de cremación de niños recién nacidos. También en la Biblia, se utiliza el nombre de Baal para hacer referencia a "falsas" divinidades (demonios).

Melqart
Dios solar y protector del comercio era la principal divinidad de Tiro. Los griegos lo identificaban con Hércules. Su culto, asociado a actividades marineras, se extendió por las colonias fenicias de Occidente, y se arraigó sobre todo en Gadir y Cartago.

Adonis
Dios de la vegetación. Símbolo del ciclo natural de la vida: muerte en otoño y resurrección en primavera. Su nombre deriva del término fenicio adôn (señor). Se le rendía culto en toda fenicia y especialmente en el río Adonis (Actual Nahr Ibrahim), cerca de Beirut. Algunos autores lo relacionan con una manifestación de Baal. Los griegos lo introdujeron en su mitología.

Asherah
Diosa madre cuyo culto se hallaba extendido en Oriente Próximo. Esposa del dios supremo de muchas ciudades y madre de los demás dioses. Curiosamente, su estatua llegó a colocarse en el templo de Jerusalén durante un tiempo, probablemente en lugar del arca de la alianza.

Tanit
Versión de las colonias occidentales de Astarté, cuyo culto se originó en Sarepta. Adquirió una gran importancia en Cartago, donde era representada por un triángulo con una línea horizontal en su vértice superior, sobre el que descansaba un círculo. Diosa madre y hetaira a la vez, los romanos no podían entender su contradictoria naturaleza.

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